La filantropía (“amor a la humanidad”) va poco a poco caminando hacia la filantropía sin fronteras. Paradójicamente, siempre ha tenido un planteamiento mucho más local y menos ambicioso del que su propio nombre indica.
La semana pasada intervinimos en el congreso de Europa Nostra, celebrado en Madrid, titulado “Participación social en la conservación y preservación del Patrimonio Cultural”. Un foro de y para las entidades que lideran el Arte, Cultura y preservación del Patrimonio a nivel internacional. La mayor parte de ellas con programas dirigidos a donantes de todo el mundo, como requieren su universalidad.
Compartimos un panel sobre innovación: “Nuevas fórmulas de participación ciudadana”. Nuestra aportación fue desde ángulo del compromiso social y las donaciones filantrópicas internacionales, como miembros en España de Transnational Giving Europe. Es una red de veinte grandes fundaciones en distintos países, que facilita las donaciones cuando el donante tiene un país de residencia diferente al de la entidad beneficiaria. El año pasado lo hicimos por un importe de 7,9 millones de euros, para 4.500 donaciones dirigidas a 314 entidades. Un 34% lo fueron en el ámbito social y de la cooperación al desarrollo, un 30% en el de la educación y un 15% en el del arte, cultura y patrimonio. Ejemplos de los primeros capítulos son los programas de la Fundación Rafa Nadal, que cuenta con donaciones procedentes de numerosos países apoyados en una gala anual; los de Burger King y sus franquiciados en apoyo de Room to Read; o los de diversas Escuelas Internacionales de Negocios, cuyas becas se nutren también de donantes en todo el mundo.
Gracias a que las ideas de colaboración son más que sugerentes y a que ya hay sistemas avanzados que se han ganado la confianza, simplifican el pago y permiten usar la fiscalidad de cada país, este tipo de actividades están evolucionando hacia una mayor participación ciudadana directa. Por ejemplo, visitantes de un gran museo que realizan donaciones en el momento, independientemente de su país de origen, y que obtienen un certificado fiscalmente válido en su país. O campañas de personas físicas en apoyo a una entidad extranjera, cuyos donantes españoles también pueden aprovechar el tratamiento fiscal que ofrece nuestro sistema impositivo. Todo ello bendecido previamente por la AEAT, a la que presentamos dos consultas vinculantes antes de empezar a operar, porque la legislación fiscal española no está precisamente entre las más alineadas con las tendencias europeas sobre la libre circulación.
Como estamos cada vez más conectados, en la Fundación Empresa y Sociedad le damos una prioridad especial a explorar conexiones improbables. En este caso, entre arte, cultura y patrimonio y el resto de las áreas tradicionales de la filantropía. Entre inspiración emocional y ejecución racional. Entre grandes instituciones y ciudadanos de a pie. Entre ideas y tecnología. Partiendo de consultas que desaconsejaban algunas grandes instituciones españolas a las que pedimos consejo previo. O sea, a contracorriente.